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EL ESPECTADOR

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"A comulgar frente al televisor…"

 

  “Cuando el cristianismo se convierte en instrumento del nacionalismo, queda herido en su corazón y se convierte en estéril”: Juan Pablo II.

 

    ¿Por qué se califica al gobierno como católico? El Presidente lo es, varios secretarios de Estado, gobernadores y subordinados lo son, y norman su conducta y su discurso (más su discurso que su conducta, diría yo) conforme a los valores formales del catolicismo. El partido en el poder pertenece a una organización internacional que se autodenomina cristiana. Todo eso es legítimo. Lo que parece una mala señal es que se aproveche la coyuntura para intentar un cambio en la definición del Estado, no de contenido moderno, liberal y democrático, sino en un sentido que por fuerza contradice los insuficientes avances del país en la materia.

 

    Las iglesias no son democráticas, pero sin duda constituyen una fuerza política. Su injerencia en el ámbito dista de limitarse a pugnar por las buenas costumbres y por la paz., como lo demuestran la elección de 2000 y, cada vez con mayor frecuencia, el uso de los púlpitos como mass media dirigidos a ganar terreno para modificar las políticas públicas o para ensalzar y vilipendiar a tal o cual figura política. Para carecer de medios de comunicación, las iglesias, en especial la católica, tienen una capacidad más que aceptable para difundir sus posturas específicas y sus actos relevantes.

 

    Su influencia en el poder político y económico hace imposible desligar a la iglesia católica del ámbito de los medios de comunicación, que suelen convertirse en tribuna cuando los intereses empresariales, gubernamentales y eclesiásticos coinciden: la visita del papa, las conmemoraciones del catolicismo local (san Juan Diego, la virgen de Guadalupe, los mártires, jubileo y demás), las visitas de la pareja Fox al Vaticano (aún tomando en cuenta que no los reciben como pareja), los eventos sucesorios y algunos acontecimiento más por el estilo. Todo ello es alimento para los medios y los medios son utilizados a la vez. De ahí, por ejemplo, que la ofensiva contra Juárez sea leve en comparación con el silencio en el que se envuelve a las figuras incómodas para la iglesia: los curas Miguel Hidalgo y José María Morelos y Pavón.

 

    Históricamente, la jerarquía de la iglesia católica en México ha tratado de ejercer un poder temporal: se opuso al movimiento de independencia de 1810, a la Reforma de 1857, a la Revolución de 1910 y a la Constitución de 1917, aún cuando otros elementos de la iglesia, tales como Hidalgo y Morelos (dirigentes del movimiento independentista) se opusieron de forma activa a la oligarquía.

 

    Lo anterior viene a colación porque recientemente, la iglesia ha encontrado nuevos aliados en México. El nuevo secretario de Gobernación, Carlos María Abascal (jefe destacado de la ultraderecha católica mexicana), nombró a Enrique Aranda Pedroza como subsecretario de Normatividad de Medios de esa dependencia federal. Aranda, quien fungía como director general de Notimex desde diciembre de 2003, es un periodista con larga trayectoria que se ha desempeñado, entre otros, como reportero donde cubrió fuentes informativas de diferentes sectores del gobierno federal. A nivel internacional (curiosamente y aquí lo que vale la pena destacar) formó parte del equipo de reporteros a bordo del avión que trasladó al papa Juan Pablo II de Roma a México durante la primera visita de éste a nuestro país.

     

    Desde una dimensión jurídica es necesario recordar que en México el Estado es laico, esto es, el Estado se compromete como tal a respetar todas las religiones que practiquen los ciudadanos sin identificarse con alguna en especial. Ello queda asentado en el artículo 130 constitucional, así como en la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público en su artículo 1º. De igual forma recordemos que esta Ley en su capítulo tercero, artículo 16, prohíbe que las asociaciones religiosas y los ministros de culto posean o administren concesiones para la explotación de estaciones de radio, televisión o cualquier tipo de telecomunicación, pero no prohíbe que se transmitan programas con contenido religioso, ni que las iglesias y agrupaciones religiosas compren tiempo aire en los medios para transmitir en ellos, a menos que éstas emisiones sean actos de culto.

 

    Así en su artículo 21 establece que: “las asociaciones religiosas únicamente podrán de manera extraordinaria, transmitir o difundir actos de culto religioso a través de los medios de comunicación no impresos, previa autorización de la secretaría de Gobernación (es decir, autorizadas por el propio Aranda y Abascal). En ningún caso, los actos religiosos podrán difundirse en los tiempos de radio y televisión destinados al Estado”. (Sin embargo, como van las cosas, pronto estaremos comulgando frente al televisor).

 

    Para mala fortuna de los ciudadanos (y por supuesto beneficiando las intenciones de Abascal), es de llamar la atención que ni en la Ley ni en el Reglamento se especifica, por ejemplo, sobre aquello que se considera “acto de culto religioso” lo que ya de entrada posibilita el uso de la discrecionalidad (que reiterando, Abascal aprovechará oportunamente) para otorgar los permisos para la transmisión de estas emisiones (sólo a la iglesia católica, claro está), empeñando con ello lo que por definición debiera ser el ejercicio transparente de los que tienen la responsabilidad pública de garantizar derechos y normar obligaciones.

 

    Y cómo no dudar de los beneficios para la iglesia católica con la nueva línea en la secretaría de Gobernación si tenemos los antecedentes inmediatos del propio Karol Wojtyla, quien fue un personaje especialmente carismático que supo fascinar a las masas con sus dotes histriónicas en sus más de cien viajes internacionales. Su actitud mediática fue central. Interpretó su rol de conciencia crítica de los valores modernos y aprendió pronto a combinar su habilidad ante las cámaras para cautivar y seducir electrónicamente a millones de televidentes. Probablemente mucha gente no le entendía ni compartía sus contenidos, sin embargo, las multitudes lo adoptaban con respeto y devoción.

 

    Actualmente, el papa Benedicto XVI es el primer interesado en restaurar el mensaje cristiano en el centro de la modernidad, donde los medios representan uno de los ejes determinantes de la conformación de la cultura y del sentido común. Si la secularización y las otras religiones avanzan, la iglesia católica deberá contrarrestarlas con mayor visibilidad social capaz de difundir su mensaje religioso. Ante este panorama, está corriendo los riesgos de otras iglesias (evangélicas, por ejemplo), es decir, espectacularizar lo sagrado, donde pesa más la forma que el fondo, donde predomina la exaltación del personaje sobre las propuestas y facilita al mismo tiempo el oportunismo de personajes como Carlos María Abascal que buscan mediante la religión y la intolerancia mantenerse en el poder.

 

 

 

 

elespectador7@yahoo.com.mx

 

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